El 1 de noviembre de 1932 nació el padre José Carlos Tarango Magallanes, recibió el santo bautismo en la Catedral de Chihuahua, a puerta cerrada, a causa de la persecución religiosa, el día 8 de octubre de 1933. Transcurrió su infancia y parte de su adolescencia en Villa Aldama, Chih., lugar donde vivió rodeado de sus padres, Don Chonito y Doña Alejandrita, así como de sus once hermanos.
A los seis años inició su educación primaria en la escuela Juan Gutiérrez de la Cueva. Como el mismo padre Carlos afirma, nació a la sombra de la iglesia católica, ayudado por el testimonio de doña Alejandrita, que supo infundir en sus hijos un profundo respeto a las cosas de Dios y especialmente a los sacerdotes.
Desde muy temprana edad, perteneció a la Asociación de Niños de la Acción Católica y por invitación del padre Francisco Javier Flores, párroco de Villa Aldama, se integró en el grupo de monaguillos.
Sus padres deciden, en el año de 1948, trasladarse a la ciudad de Chihuahua, en búsqueda de mayores posibilidades de estudio para los hijos menores y de trabajo para los mayores. Junto con su hermano Rafael y su sobrino Beto cursaron sus estudios en la prestigiada Academia Justo Sierra, donde en 1949 terminaron sus estudios en contaduría.
Como narra el mismo padre Carlos en su “crónica de una llamada”, siempre fue un aficionado a la buena lectura, a la música clásica y al cine. Ayudado por los consejos de algunos sacerdotes, entre ellos del Padre Adalberto Almeida, que después sería Arzobispo de Chihuahua, lo invitó a solicitar su ingreso en el seminario.
En el año 1951, fue recibido en el Seminario por el rector, monseñor Manuel Talamás Camandari, quien más tarde seria primer obispo de Ciudad Juárez.
Por cuestiones de salud, a los dos años de su ingreso en el seminario, tuvo que salir un tiempo para atenderse de mejor manera. Fue en ese período que el Padre Rubén Solís Molinar, asistente diocesano de la ACJM lo invitó para integrarse en las filas de la Asociación católica de la juventud mexicana. En aquel tiempo, lo recibió Miguel Ángel Portillo Solis, que era presidente. Al poco tiempo de su ingresó en el comité, recibió el nombramiento de delegado de prensa y propaganda, hasta que en septiembre de 1958 fue nombrado por el Sr. Arz. Dn. Rafael Guizar Valencia como presidente interino de la ACJM. Esto sucedió porque Miguel Angel Portillo había sido designado por el Episcopado Mexicano como presidente nacional. Posteriormente en asamblea general fue nombrado, el joven Carlos Tarango, presidente arquidiocesano de la juventud católica.
Siendo presidente de la ACJM tuvo la oportunidad de conocer y tratar muy cercanamente a varios sacerdotes, párrocos y vicarios, asistentes eclesiásticos de la asociación. Entre ellos, al padre Joaquín Díaz Anchondo, de quien años después seria su vicario parroquial en la parroquia de San Felipe. También alternó de manera muy cercana con el Padre Anacleto Aguilera y con el Padre Felipe Pineda.
Luego de servir algunos años en la ACJM fue el mismo Arzobispo de Chihuahua, Don Luis Mena Arroyo, quien lo invitó a regresar al Seminario. Fue así como se abre una nueva etapa en su vida de formación, al ser enviado al Seminario de Montezuma en Nuevo México, período que se prologaría durante siete años.
El 30 de diciembre de 1965 recibió el ostiarado y el lectorado en Montezuma. El 1 de abril el exorsistado y el acolitado en la Catedral de Chihuahua de manos de Don Luis Mena Arroyo, arzobispo de Chihuahua. El subdiaconado lo recibió en Montezuma el 30 de marzo de 1968, de manos del señor obispo de Mexicali, Don Emmanuel Pérez Gil González.
El diaconado lo recibió el 1 de octubre de 1968 en Montezuma de manos del Sr Don José de Jesús Tirado Pedraza, obispo de Ciudad Victoria, que más tarde seria Arzobispo de Monterrey.
Fue un 8 de abril de 1969 -lunes de pascua- cuando, junto a los diáconos Dizán Vázquez, Arturo Fierro y Félix Pinoncely, recibieron la ordenación sacerdotal. Estaban presentes el día de su ordenación el sr. Obispo de ciudad Juárez, Don Manuel Talamás y el obispo prelado de Madera, Don Justo Goisueta, quienes acompañaban al señor arzobispo ordenante que celebraba XXV aniversario de su ordenación sacerdotal.
Su primer destino fue la parroquia de san Felipe, como vicario parroquial, siendo párroco Don Joaquín Díaz a quien había conocido previamente.
En el año 1971 el señor arzobispo Don Adalberto Almeida y Merino lo envió a Roma, junto al padre Camilo Daniel Pérez, a estudiar la licenciatura en Teología Dogmática en la universidad Gregoriana. Fue asesor de su tesis el Padre Karl Josef Becker, quien después sería nombrado cardenal por el Papa Benedicto XVI en el año 2012. Residió en el Colegio Mexicano y tuvo la oportunidad de estar cerca al Vicario de Cristo y conocer personalmente al Papa San Pablo VI.
En 1973 regresó a la Arquidiócesis de Chihuahua asumió dos importantes tareas: ser Rector del Seminario menor y profesor de teología en el Teologado regional del Norte.
En 1978 vuelve el Padre Tarango a las labores pastorales, como vicario parroquial en san José de Ávalos, bajo la tutela del padre Vicente Galo Torres, su amigo queridísimo. Después de diez meses fue enviado a Ciudad Jiménez donde asumió la parroquia del Santo Cristo de Burgos. Después de algunos años de intensa actividad parroquial, fue enviado como párroco en San José del Parral, donde permanecería por espacio de ocho años.
El 4 e noviembre de 1992 se creó la Diócesis de Parral, al cuidado del Sr. Obispo Don José Andrés Corral Arredondo. Al padre Tarango le tocó la suerte de organizar todo lo relativo a la toma de posesión del nuevo obispo, quien apenas llegó a la diócesis, lo nombró vicario general.
El 13 de septiembre de 1993, se inauguró el seminario diocesano de Parral, en ciudad Jiménez. El Sr Obispo lo nombró rector y fundador del mismo. Permaneció en dicho cargo hasta el año 2000 y fue nombrado párroco de Nuestra Señora de Guadalupe, cargó que llevó muy dignamente hasta el año 2013.
Monseñor Eduardo Carmona lo nombra rector del Templo del Rayo en Parral y posteriormente, luego de prestar unos años de servicio como maestro en el Seminario de Parral, ahora en Sombreretillo, tuvo la oportunidad de regresar a su querido Jiménez, que siempre lo ha acogido como su propia casa, y a quienes él tanto estima y aprecia.
Demos gracias a Dios por sus múltiples beneficios recibidos en estos 90 años de vida y 53 de ministerio sacerdotal. Gracias al Dios de la vida y gracias al don del sacerdocio de Jesucristo. Gracias a todos ustedes que nos acompañan para unirnos en esta Eucaristía, junto al Padre José Carlos Tarango Magallanes, en este día tan especial, solemnidad de Todos los Santos.