- En el evento se danzó el Tutuburi para ayudar a los candidatos en su trayecto
El cielo se envuelve jalando las nubes, su cuerpo azul apenas se mira entre las montañas y los espacios de las ramas de los árboles. Entre los troncos y unas cruces de madera se encuentran el candidato a diputado federal, Romeyno Gutiérrez, la esposa del candidato a la gubernatura del estado, la señora Sol Sánchez y, la aspirante para presidenta de Guachochi, Albertina Montoya. El polvo se levanta alrededor de ellos, se acumula en el aire y luego se despeja. Al final, el sol encuentra una órbita de pies ligeros que danzaron durante este fin de semana el Tutuburi, un baile que allanó el camino de los candidatos, para que éste quede libre de peligro en esta contienda electoral.
Romeyno Gutiérrez, junto con Sol Sánchez, arribaron a Guachochi, este fin de semana. En el municipio fueron recibidos por Albertina Montoya, la candidata a la presidencia de ese municipio por Movimiento Ciudadano. Durante su estancia visitaron la comunidad La Mesa de Basiahuare, donde fueron recibidos con una ceremonia de bendición. Ahí, se bailó una antigua danza (el tutuburi), se entonó un canto ancestral en raramuri, se bebió tesgüino y se sacrificaron dos chivas como ofrenda a Onorúame.
El vuelo de las garzas y las danzas agitan el aire en Guachochi. Romeyno, junto con la esposa del candidato a la gubernatura y la candidata Albertina Montoya, arriban a un suelo que se prepara para aquella ceremonia celestial. Ahí se alzan tres cruces, dos de ellas arropadas con mantas blancas, que el viento roza como hojas o ramas.
Los candidatos y la esposa del exalcalde de Parral se alinean cerca de aquellas cruces. El eco de las primeras palabras dichas en esta tierra se abre en el aire, en la voz de un hombre que recuerda los cantos de sus ancestros. “Este canto es muy antiguó, muy pocos pueden entonarlo”, expresa Romeyno, después de que termina la ceremonia.
Alrededor de los invitados se reúnen cerca de una veintena de mujeres, que hacen florecer la tierra con la tela larga de sus faldas, cinturones, blusas, zarapes y pañuelos. Forman una cruz y empiezan a danzar el Tutuburi. Sus piernas siguen el paso redentor de Eva; el Mal que serpentea en el polvo se despeja con la firmeza de sus huellas. En ese suelo las adversidades que han de enfrentar en esta contienda electoral se van removiendo para los candidatos (uno de ellos, Alfredo Lozoya, representado por su esposa Sol Sánchez).
Una vez que termina el baile, los cuerpos que formaron cruces y círculos, se dispersan; “la danza es una caminata celeste” como escribe Carlos Montemayor, y una vez que concluye, los pies retornan a este suelo de lo cotidiano con menos símbolos divinos.
Al final de la danza se tomó tesgüino y se agradeció a Onorúame la comida de ese día. El fermento sagrado se sirvió en huejas y se pasó de mano en mano. También se sacrificaron dos chivas en honor a Dios, las cuales se colocaron en una olla hirviendo, para luego repartir la carne de los animales para el consumo de los presentes. El hambre y la sed abandonan los cuerpos, el alimento y la bebida son bienes que se comparten, porque son consagrados para una comunidad y no para un solo hombre.
“Para mí es un orgullo participar en la vida espiritual de mi gente. Es una ceremonia de gran respeto y va más allá de muchas cuestiones en la vida”, concluye Romeyno sobre aquel evento en aquella comunidad de Guachochi, el cual agradece, porque estas expresiones son de una gran nobleza y mantienen viva una cultura, cuya voz, el pianista llevará al Congreso.