-Un reencuentro con la tierra que somos: La ceremonia del tesgüino

En un mundo de hiperconsumo, el acto de comer ha perdido su sentido ritual con lo sagrado, la producción masiva de alimentos a gran escala ha desplazado la idea de que nuestra comida viene en realidad de la tierra y no de las máquinas; comer es una acción más pragmática que milagrosa para este sistema. En Guachochi es posible retornar a un mundo donde la humanidad sigue ligada a la Madre Naturaleza. El candidato, Romeyno Gutiérrez alza como cruz a los cielos una ueja de tesgüino; agradece a Onorúame y luego sorbe aquel fermento que su garganta recibe agradecida.

Una vasija de barro llena de tesgüino se coloca bajo el lugar de las garzas, Guachochi. Aves gigantes de plumas metálicas, centinelas de lagos, hoy, su vuelo se detiene sobre aquella bebida sagrada. Aquel jarrón traza el camino de los candidatos por Movimiento Ciudadano, Alfredo Lozoya y Romeyno Gutiérrez, sus pasos y bocas se dirigen a un suelo que se agota con las aguas del lago y de aquel fermento hecho de maíz.

Se detienen bajo el sol y entre un viento que sopla fresco, después de esquivar los pinos. Romeyno pronuncia unas palabras en rarámuri, la lengua de sus antepasados y de los rezos ancestrales que vinculan a un pueblo con Dios. Luego repite su discurso en español, para que aquel mensaje llegue, no sólo a los rarámuris o a los que saben esa lengua sino, a todos los presentes. Después toma la palabra Alfredo «El Caballo» Lozoya, quien promete «tomar las riendas» de Guachochi y Chihuahua, para que por fin ese municipio tome el rumbo que siempre ha merecido, hacia el bienestar de sus habitantes.

Un hombre de chamarra oscura y cachucha se acerca a la vasija colocada en la tierra, es el siríame de la comunidad de Nakachi. Sumerge una ueja en el tesgüino, sorbe un trago y lo comparte a Alfredo. Después de que el candidato termina de beber, saborea y dice: «!Está deliciosa, sabe cómo a elote!».

Ahora la ueja pasa a las manos del pianista Romeyno. Antes de beber, alza aquel elixir y agradece a Onorúame los alimentos que hace nacer de la Madre Tierra. El tesgüino cae a su garganta como el filo tibio del sol sobre cuerpo metálico de aquellas enormes garzas. El candidato devuelve la ueja al siríame, quien, tras el evento, ofrecerá más de aquel fermento a algunos de los presentes. El tesgüino es una bebida comunitaria que se comparte, que viaja de mano en mano de paladar en paladar.

En Guachochi y en toda la Sierra, la gente no ha olvidado que los alimentos brotan de un suelo mágico, donde la divinidad participa. Por eso se agradece a la Tierra o a Dios, porque la comida es un evento milagroso y no un producto salido de fábricas o cadenas comerciales. Aquí es posible recordar el polvo que ha sido nuestro cuerpo y nuestro vínculo con la tierra.

Por NotiRed34

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